CAROLINA CARILLANCA: “MÁS QUE UNA PÉRDIDA, EL DESPOJO SIGNIFICA UNA INSTANCIA PARA REIVINDICAR Y RECUPERAR”
Entrevista por Jocelyn Patterson Leal para https://coramm.org/ ( Comunidad y Repositorio Abierto de Mujeres Mapuche)
Crédito fotografía: Raúl Snow.
“A través de la historia debemos ser capaces de explicar los procesos sociohistóricos que ayudan a comprender los procesos territoriales que dan forma al ordenamiento de la ciudad y las jerarquías sociales”
Carolina Carillanca es historiadora mapuche williche, magíster en ciencias humanas por la Universidad de Los Lagos. Es autora de “Prensa y población huilliche: construcción de la «otredad» a través del discurso del diario La Prensa de Osorno, 1930-1973” e “Hijas del despojo: trayectorias laborales de mujeres mapuche urbanas al sur de Wallmapu, 1985-2020” (2023), entre otros. Es editora y coautora de “¡Aprender a vivir siendo otro!: construcción histórica de los pueblos huilliche y mapuche (Wallmapu, siglo XX)”, publicado el año 2011.
Ha dedicado su carrera a reflexionar sobre la situación sociohistórica en salud y educación de sociedad mapuche de la Fütawillimapu, con aportes concretos en políticas públicas. Junto con ello, ha estudiado sobre las trayectorias laborales de las mujeres mapuche durante la dictadura y a contribuido a diversos procesos de estudio de tierras para su recuperación.
¿Cuáles son las principales temáticas que ha decidido abordar en su trayectoria como investigadora mapuche williche y por qué? ¿Cómo inició su carrera en investigación y qué la motivó a estudiar estas temáticas?
Cuando estaba en la universidad empecé a formar mis propios archivos de documentación. Cuando estaba en cuarto año, el contar con estos archivos me brindó la posibilidad de trabajar en un proyecto Fondecyt liderado por el Dr. Fabián Almonacid Zapata de la Universidad Austral de Chile. Igualmente, logré involucrarme en un primer peritaje forense con Víctor Hugo Venegas Giacomozzi, de la Universidad de Los Lagos, él desde la antropología y yo desde la historia. A partir de esas experiencias me hizo sentido la importancia del acervo documental.
A lo largo de mi trayectoria de trabajo y de formación académica, he tenido tres líneas de investigación: los estudios de tierra que comencé a abordar cerca del año 2014. Después vinieron los estudios sobre las trayectorias laborales de las mujeres mapuche y posteriormente, los trabajos en torno a la situación sociohistórica de la sociedad mapuche de la Fütawillimapu en el siglo XX.
Respecto de los estudios de tierra, surgieron como una necesidad del momento, ya que habían comunidades en búsqueda de información para poder levantar procesos de reivindicación de tierras. Realicé un par de colaboraciones con ellos en torno a la búsqueda de documentación. También, participé en un peritaje para el Ministerio Público de la Región de Los Lagos en el que, por primera vez en la región, se aplicaba el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Casi no tuve tiempo de decidirlo, ni de articular una idea del por qué iba a trabajar en los estudios de tierra. La coyuntura me llevó a este campo de estudio. En adelante he seguido haciendo este tipo de trabajo porque las demandas de tierra están siempre presentes en el territorio mapuche.
Posteriormente comencé a estudiar las trayectorias laborales de las mujeres mapuche durante la dictadura. Respecto a la temporalidad, entre los años 70 y 80 se da la última ola de migración desde el campo hacia la ciudad (principalmente a Santiago) y luego, desde los años 90 en adelante, disminuye la migración y se focaliza en los centros urbanos regionales como Temuco, Valdivia, Puerto Montt y Osorno. Comencé a hacer este tipo de estudios para obtener mi grado académico de magíster. Nació como una demanda por conocer la situación de las mujeres mapuche y por mi rol de mujer mapuche. Actualmente, soy de las pocas mujeres que se dedica a la historia mapuche. Siempre existió este requerimiento que implica un pronunciamiento en torno a la reconfiguración de las violencias coloniales en el mundo del trabajo.
En el último tiempo me he abocado a la situación sociohistórica de salud y educación mapuche en la Fütawillimapu, es decir, cómo la historia contribuye a dar cuenta de las especificidades sociopolíticas de un pueblo colonizado que se niega a desaparecer y que reclama su derecho a existir haciendo uso de sus derechos consuetudinarios. Entender esta realidad es un reto para la administración de los órganos del Estado, por eso contratan capacitaciones dirigidas a directivos y trabajadores. También, he prestado colaboración en las Jornadas de Validación de Criterios de Cautela para la revisión de los textos de historia, geografía y ciencias sociales en calidad de investigadora, junto a Sergio Caniuqueo, Jorge Pinto, Alberto Díaz y dirigentes mapuche de la Región de La Araucanía.
“Este eje de trabajo me ha permitido ver empíricamente la reconfiguración de las jerarquías raciales en la política pública y cómo estas se fortalecen bajo el neoliberalismo. Por un lado, la cultura se despolitiza para dejarla subsumida al folclor, sin capacidad de interpelar el sistema dominante”.
Este eje de trabajo me ha permitido ver empíricamente la reconfiguración de las jerarquías raciales en la política pública y cómo estas se fortalecen bajo el neoliberalismo. Por un lado, la cultura se despolitiza para dejarla subsumida al folclor, sin capacidad de interpelar el sistema dominante. Por otro lado, se gesta un paradigma sobre la totalidad mapuche que minimiza la realidad de los diversos territorios y sus habitantes. En fin, cuesta asumir la diversidad; el peso del modelo monocultural está encarnado en el Estado y la nación. Esta dimensión del trabajo nos invita a estar en los frentes de acción donde se produce el choque sociopolítico. Además, me ha permitido traspasar un arco de análisis más amplio que reúne a la academia y la política pública.
En el año 2011 editó el libro “Aprender a vivir siendo otro”, incluyendo el capítulo de su autoría, en el cual aborda diversas reflexiones sobre el despojo y la construcción histórica del sujeto indígena. ¿Cuáles son las manifestaciones actuales del despojo territorial en las comunidades?
En ese minuto yo era aún muy joven en investigación. Este texto fue producto de mis primeras creaciones colectivas. En el capítulo “Despojo y asimilación de los huilliche en el proyecto de las élites dirigentes chilenas (Chaurakawin, 1930-1930)” se propuso que las políticas de regularización de la tierra fueron responsables de la pauperización de la sociedad huilliche y, en paralelo, también se establece que las políticas integracionistas no tuvieron los resultados esperados, siendo una de las razones, el desconocimiento de la realidad territorial por parte de las políticas públicas. En su abordaje los conceptos de despojo y asimilación son constitutivos de la reflexión pasado/presente.
La noción de despojo territorial invita a pensar más allá de la tierra. Desde la cosmovisión mapuche hay dos primicias: la pérdida de la tierra afecta al equilibrio y salud de los territorios y en la interpretación política mapuche, el despojo no puede ser leído como una pérdida, ya que el tiempo del weichan (de lucha) brindará la posibilidad de volver a recuperar ese territorio. Quedando abierta la temporalidad: hay que volver a reivindicar, hay que volver a recuperar. Para eso se articula todo un conocimiento que es necesario volver a movilizar. Esto tiene mucho que ver con la creación del conocimiento y cómo el conocimiento llega a las personas. En ese momento cuando escribí el texto, hablaba sólo de despojo territorial, ahora he ido ampliando esta categoría.
El año pasado publiqué “Hijas del despojo: trayectorias laborales de las mujeres mapuche urbanas al sur de Wallmapu, 1985-2020”. En este artículo hablo del despojo territorial, del despojo del cuerpo y del despojo político. De esa manera, he ido ampliando la categoría, producto del crecimiento intelectual y de los aprendizajes adquiridos al compás del movimiento mapuche. Sacar la voz de las mujeres mapuche desde mi trabajo permite profundizar en aquellas cosas que no se dicen, por ejemplo, el despojo del cuerpo que deviene de la desterritorialización del tuwün y sus efectos en las condiciones de explotación marcadas por altas y extenuantes jornadas de trabajo. La historiografía mapuche ya dispone de producción al respecto y vale la pena seguir preguntando por los rasgos territoriales de tales trayectorias laborales.
“¿Qué significó ser niña mapuche y empleada doméstica en Santiago? En los años 70 la migración campo-ciudad comienza en el tramo etario de 7 a 11 años, en donde una niña queda sin su familia y sin las redes que provee el entorno, las costumbres y las tradiciones. Es una trabajadora sin derechos. Esa es parte de la historia reciente que concierne al despojo del cuerpo.”. Agregaría además, que es necesario articular con otras temporalidades para comprender el cuadro en una perspectiva de mediano plazo que pueda interpelar los entronques de la dominación. En mi caso, ¿qué pasa con el despojo del cuerpo en los años 80? o ¿qué pasa con el despojo de los cuerpos en los años 90 y en adelante? Es relevante ir transformando este concepto en una categoría más dúctil para que vaya explicando las circunstancias históricas que van moviendo el concepto y explicando la transformación de las mujeres mapuche. No queremos hacer una historia testimonial que releve una posición de víctimas. Queremos escribir historias que encaren las violencias que se asientan en el mercado laboral y que nos siguen persiguiendo por nuestra historicidad.
También está el despojo político. Durante las entrevistas con mujeres que trabajaron o que aún trabajan en el servicio doméstico desde los años 80 y 90, me fui encontrando con quienes participaron en los sindicatos de nanas mapuche. Ellas me decían: “toda la expresión del mundo del trabajo estaba centrada en la Central Única de Trabajadores (CUT) y otros sindicatos, pero ninguno con la especificidad de mapuche”. Algunos podían simpatizar o dar un gesto simbólico, pero no más allá, porque sentían que a los no mapuche no les correspondía involucrarse en un tema mapuche, o definitivamente, no lo comprendían. Estas mujeres decidieron organizarse en sindicatos y armar una problemática sociopolítica para lograr mejores condiciones laborales.
Eso me animó a observar mi propia experiencia profesional. Les comento que he sufrido acoso laboral y por consiguiente, realicé las denuncias ante los órganos de la administración del Estado competentes. Los resultados, a mi juicio, no condujeron a la búsqueda de verdad y justicia, más bien, sanearon las relaciones de poder que se imbrican en el sistema de educación pública. La justicia en materia laboral opera con lógicas totalizantes de investigación que son incapaces de reconocer la especificidad del trabajador mapuche en contextos de desigualdad lo cual aumenta el riesgo de reproducción de las violencias coloniales. Planteamos que los trabajadores/as mapuche estamos más expuestos por nuestra historicidad. En este sentido, es clave comprender que la deshumanización del ser mapuche, la naturalización de la violencia y la posición de inferioridad en la jerarquía social constituyen mañosamente el canon de las relaciones sociales y el poder. Yo también lo viví en mi historia reciente. En este contexto volvieron los testimonios de aquellas que se atrevieron a denunciar de forma colectiva, a través de los sindicatos, constituyéndose para mi relato político en un llamado de atención y reflexión sobre mi propia experiencia de vida.
Así se armaron las tres dimensiones del despojo: territorial, cuerpo y político. Seguramente con la experiencia política que nace del trabajo de campo irán apareciendo más dimensiones. Mi trayectoria ha implicado ir aprendiendo a vivir el proceso e ir aprendiendo de la colaboración con otras personas mapuche, con acompañamiento de conversación. Lo que soy hoy y lo que he podido obtener, ha sido producto de la colaboración al interior del mundo mapuche. Agradezco a la universidad los grados académicos, pues en esta sociedad uno necesita tener grados académicos para enrolarse en el mundo laboral. También, me ha permitido aprender un par de técnicas que han beneficiado a través de mi trabajo al mundo mapuche, pero no más que eso. El gran agradecimiento se lo tributo a la gente mapuche.
Advierto que de este modo, las reflexiones toman su tiempo. Si miramos mis publicaciones, desde que se publicó “Aprender a vivir siendo otro” han pasado 13 años. Cualquier investigador/a podría decir: “¿en trece años has logrado discutir tres categorías?”, agregando que ese ritmo de productividad es imposible de llevar. Entonces, habrá que pensar la ciencia mapuche de otra forma. Pensar los tiempos de una investigación territorial y comunitaria implica pensar en tiempos más largos. Como hemos dicho, involucra la formación del investigador, interlocutar con referentes validados y consensuar un diseño de investigación que sea capaz de otorgar respuestas desde la ciencia al servicio de las problemáticas territoriales. No juzgo ninguna de las dos, las dos vertientes tienen resultados distintos y tributan a cuestiones que cada uno decidirá. Eso ya es otra discusión.
El Pueblo Williche de la Fütawillimapu vivió múltiples episodios de ocupaciones militares, migración forzada, vulneración de derechos humanos, entre otros, siendo uno de los hechos históricos más conocidos el Tratado de las Canoas. Esta parte de la historia es escasamente abordada en el currículum escolar. ¿Cuáles son los desafíos actuales que se presentan en el sistema educativo chileno para la incorporación de estas temáticas como contenido de análisis y de estudio?
El Tratado de las Canoas, se da en un contexto de enfrentamiento territorial entre los cacicados mapuche williche y la corona española. Por un lado, hay un contexto internacional en donde Gran Bretaña está presionando a España, y por lo tanto, la Corona tiene el temor que Gran Bretaña pudiera invadir el continente americano. De este modo, España despliega sus estrategias geopolíticas, para lo cual comienza a articular alianzas en el continente americano para su defensa. Así nacieron los parlamentos de acuerdos para la paz.
“Entonces, este Tratado [de las Canoas], que se hace en un contexto geopolítico particular, significa una cesión territorial y también constituye uno de los primeros antecedentes de una estructura jerarquizada en la región. Se define una estructura que deviene de un acuerdo racial. Considerando nuestra propia historia territorial, lo que falta en los procesos educativos es que precisamente se hable de esto. Se debe hablar de cómo se ha estructurado históricamente la sociedad regional”.
El más próximo a nuestra historia territorial es el Tratado de las Canoas, cuyo propósito central es delimitar la franja territorial que une Valdivia y Chiloé. La unidad de este territorio para los españoles posee un propósito comercial; en segundo lugar, un propósito de integración y en tercer lugar, una toma de control del territorio. No todos los cacicados estuvieron de acuerdo, pero los que sí estuvieron, cedieron esta franja territorial, a expensas de que el Pueblo Mapuche Williche quedará asentado en las zonas de precordillera. En las ciudades se establecieron ciertos anillos concéntricos, por ejemplo, Osorno; desde el río Rahue hacia el poniente, quedaron las comunidades mapuche y hacia el poniente, quedaron los espacios de la sociedad blanca.
Entonces, este Tratado, que se hace en un contexto geopolítico particular, significa una cesión territorial y también constituye uno de los primeros antecedentes de una estructura jerarquizada en la región. Se define una estructura que deviene de un acuerdo racial. Considerando nuestra propia historia territorial, lo que falta en los procesos educativos es que precisamente se hable de esto. Se debe hablar de cómo se ha estructurado históricamente la sociedad regional. Para cualquier persona vaya a Osorno palpará el racismo, que antes era muy notorio. Dicen que ahora es menos. Yo llegué a Osorno el 2005 por motivos de estudios y era muy evidente.
A través de la historia debemos ser capaces de explicar los procesos sociohistóricos que ayudan a explicar los procesos territoriales que dan forma al ordenamiento de la ciudad y las jerarquías sociales. Tiene que haber una historia que te explique el porqué de las cosas. La historia no está para contar historias del pasado que se quedan ahí. La historia está para explicar, enfrentar y resolver controversias. Siguiendo esa línea, lo que hoy necesita el sistema educativo es hablar de los procesos históricos, sobre cómo se construyeron los espacios regionales. Sin eso, vamos a continuar con la conflictividad, ya que una de las cuestiones que la mantiene es, justamente, la ausencia de proposiciones que abran el debate.
Como comentaba al inicio, en el año 2020 participé de una comisión de investigadores que asesoró a la Unidad de Currículum y Evaluación del Ministerio de Educación del gobierno de Sebastián Piñera y nos correspondió evaluar los textos escolares, respecto a la materia de Pueblos Originarios. Trabajamos en cuatro zonas: norte, centro, sur y austral. Abordé la zona sur que incluía cuatro regiones: Bío Bío, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos. Algunos de los temas interpelados fueron el carácter homogéneo del currículum, la adjudicación de las licitaciones a dos o tres universidades, —que son la Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica y por ahí alguna universidad privada— y la mirada colonial contenida en los textos escolares, que finalmente, es el problema de fondo.
En esta mirada colonial el sujeto indígena queda circunscrito hasta 1810, con fuentes centradas en el período de Chile colonial. Si las fuentes históricas sólo muestran un mapuche del período colonial de hace 200 o 300 años atrás, no se comprende la situación del mundo mapuche actual. Tengamos presente que para los estudiantes de la educación pública el texto escolar es el único recurso educativo, entonces, cuando se establecen estas contradicciones epistémicas acerca del mapuche pasado/presente, indudablemente, se acrecientan las brechas educativas respecto de los estudiantes que tienen más oportunidades de acceso a otros recursos pedagógicos.
En los textos escolares son escasas las fuentes que hacen referencia al período contemporáneo. Ahí surge la crítica al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y su trabajo intersectorial con el Ministerio de Educación. Sería muy distinto sí el MINCAP traspasara su producción, con financiamiento público se han elaborado proyectos de alta calidad como Choyun.
Estos textos de estudio, que son elaborados por las universidades más grandes, representan intereses monoculturales. A ellos legítimamente —mal para nosotros— les interesa conservar la mirada del Chile central en desmedro de los temas regionales. Por ejemplo, fue vergonzoso darse cuenta que, los Selknam no estaban presentes en los mapas de determinados períodos históricos, aun cuando ellos existían; habían desaparecido del mapa.
El contenido que se vierte en los textos escolares reproduce una educación racializada, que obedece a la idiosincrasia chilena; reproduce siempre lo mismo sin tocar ciertos temas problemáticos, que si se hablaran, dejarían de serlo.
La educación es constitutiva de responsabilidad social. No obstante, es importante decir también, que la educación representa el laboratorio de la sociedad y sus elementos más característicos son las violencias y las carencias psicoafectivas. En este contexto, es casi imposible combatir los problemas de racismo en Chile.
¿Cuál es la importancia de generar nuevas historiografías mapuche que contribuyan a comprender estos fenómenos históricos invisibilizados en la historia chilena? En este contexto, ¿cuál es la relevancia y el aporte de los equipos de investigadores/as locales que están surgiendo en diversos territorios para el rescate y puesta en valor de la memoria colectiva de las comunidades?
Vamos a desmenuzar este concepto de historiografía mapuche y la condición de triple despojo que caracteriza a sus exponentes: acallados, vulnerados y discriminados en el sistema de educación superior. La voz de historiadoras/es es un acto de subversión epistemológica que disputa verdades oficiales. Como yo entiendo la historia, esta es un combate por la verdad. En la medida que todas las verdades se reúnan y puedan conversar se alcanzaría la comprensión. El rol de la historiografía mapuche es de alta repercusión social y política. Ahí está arraigada su mayor fortaleza.
En el territorio hay equipos de investigadoras/es que gestionan proyectos autónomos, siendo esta la única manera de sacar adelante la investigación por fuera de las universidades. Hay mucha precariedad para obtener los recursos y para gestionar herramientas cartográficas. En la región de la Fütawillimapu, que abarca las regiones de Los Lagos y Los Ríos, se están comenzando a desplegar experiencias colectivas con proyectos que afrontan esa precariedad. Por medio de la creación de redes con la sociedad civil se facilitan espacios que permiten la difusión de reflexiones y sobre todo, el cómo hacer un buen uso de los resultados de los proyectos con personas que tienen distintos niveles de instrucción educativa. Esto significa un quiebre ontológico con la investigación académica, pues implica pensar y proyectar la investigación colectiva, la evaluación realizada por sabios de la cultura local, la reflexión crítica sobre el quehacer de la comunidad y el feedback de la gente que habita el territorio. En las universidades, lamentablemente se están dando procesos de investigación que están caracterizados por el alto grado de individualismo, competitividad y desconectados de la deliberación de la gente del territorio. Esto responde al modelo competitivo de la universidad chilena, porque el neoliberalismo también las tocó. No se sabe para quién es esa producción, ¿cuántas personas leen un paper? ¿quiénes son sus interlocutores? Por otro lado, el atributo que tiene el libro es convocar al debate en la opinión pública y eso, les interesa a las universidades para sus indicadores de vinculación con el medio. Todo el engranaje está conectado a la hiperproducción sin importar la calidad de la discusión.
A nuestro entender, es indispensable que las publicaciones realicen un tributo al territorio. Deben existir articulaciones entre el investigador y las comunidades locales, así también, tienen que haber canales que permitan la circulación de información entre el territorio y los investigadores.
Convivimos en territorios heterogéneos, colonizados, plurilingües e interculturales. La ciencia tiene que tener voz y desde su rol contribuir a la solución de los problemas. La ciencia no tiene por qué ser objetiva. Tampoco estoy haciendo una alegoría de ciencia militante, no es lo mismo poner en el centro el territorio que hablar por sí mismo. Y en último caso, ¿qué es la objetividad? Una concepción propia del siglo XVII, los tiempos evolucionan y se esperaría que la ciencia también lo haga enhorabuena.
¿Qué iniciativas destaca de las desarrolladas recientemente en la Fütawillimapu para visibilizar la historia mapuche williche en el territorio? ¿Qué se requiere para poner en valor la historia del territorio? ¿Cómo se podría avanzar la incorporación de elementos en la educación que representen esta heterogeneidad de las identidades mapuche?
El año pasado se lanzó el archivo digital llamado “Memoria y Prensa”, realizado por tres investigadoras mapuche: Surinama Pérez, Catalina Pérez Marrián y Martina Paillacar. Lo que hicieron fue revisar la prensa regional desde 1880 hasta 1930 disponible en el Archivo Nacional. Esa información la catalogaron y la subieron a un sitio web con acceso abierto y gratuito al público, representando una contribución directa para fortalecer los procesos de investigación y de fortalecimiento político, ya que la información de prensa tiene una fuerte relación con procesos de disputas territoriales. Por lo mismo, la primera llegada que la gente tiene a ese tipo de recursos es por conflictos de tierra. Es muy importante generar autonomía, lo que es esencial para la creación del conocimiento.
¿Podría profundizar ese concepto?
El conocimiento siempre está mediado por las relaciones de poder. Siempre representan a alguien, a una voz. En la medida que nosotros como mapuches, o también los no mapuches, podamos investigar estos fondos documentales y podamos generar nuestros propios marcos interpretativos estaremos generando lecturas contra hegemónicas.
La gente ya se está haciendo parte de esos procesos formativos, haciendo una contribución autónoma al servicio de la producción de otros conocimientos. Yo creo que llegó para quedarse y cada vez se irán incrementando estas prácticas de investigación comunitarias, puesto que su contribución es de largo plazo y replicable. Por ejemplo, el mismo equipo de Catalina, se encuentra colaborando con el Proyecto Audiovisual Juan Meulén Tranayado. También denominado como Archivo Mapuche Williche.
Estas iniciativas entregan la decisión a la comunidad, ¿cómo vamos a usar el Archivo Mapuche? Nadie te está dirigiendo el objetivo de tu investigación, uno elige qué buscar, cómo buscar y para qué. El poder de la información llega a las bases y comienza a disminuir las brechas de desigualdad, que también existen en esta materia, las cuales están directamente relacionadas con el poder adquisitivo de cada persona. Lo único que lamento es que los fondos sean tan acotados.
Recientemente ha participado en dos nütram sobre escritura de mujeres mapuche, uno realizado en Panguipulli y el otro en Temuco. ¿Cómo y por qué surgen estas instancias de reunirse entre mujeres a compartir estos saberes y experiencias?, ¿esperan continuar realizando estas actividades a futuro?
El motivo que nos reúne luchar contra la discriminación, eso es un elemento central. Cuesta mucho siendo mujer ser escuchada en términos políticos. Se pueden sortear muchas barreras, pero en el momento que uno se enfrenta al poder imbricado en el racismo, el clasismo y el sexismo, la cancha es totalmente desigual. Por esto, nos reunirnos a conversar sobre ciencia y ver cómo desde ese lugar contribuir a desmitificar los pilares de la discriminación. ¿Cómo se lucha contra la discriminación? Proponiendo otras miradas a través del trabajo de las mujeres mapuche profesionales.
En el primer encuentro que se hizo en Coñaripe, nos reunimos alrededor de 50 mujeres y llegaron dos varones, uno porque era el papá de una de las niñitas que estaba ahí presente y el otro era el amigo de una de las expositoras. 50 mujeres y dos varones dice mucho. ¿Acaso las mujeres vamos a escribir sólo para mujeres?, o acaso, ¿lo que hacemos las mujeres no tiene que ver con las luchas del movimiento mapuche?, ¿por qué los hombres no van a participar?, ¿cuál es la razón que les impide llegar?, ¿o cuál es el miedo?
Esa primera experiencia en Coñaripe fue muy rica, llegaron muchas mujeres mapuche y no mapuche, entre los 30 a los 45 años, todas en procesos de especialización o de profesionalización. Fue un debate muy interesante, aunque lamento la baja asistencia de los varones. No había nada de qué asustarse y se hubieran dado cuenta que todo tributa a las discusiones políticas y sociales del territorio. Algunos puntos tratados fueron sobre cómo hacer frente a la violencia, ser escuchadas desde territorio campesino mapuche, cómo enfrentarse de mejor manera a la institucionalidad, formas de generar insumos académicos que puedan tributar a la discusión durante las mesas técnicas que instalan los organismos de gobierno. Y lo más importante fue la generación de una agenda de investigación y repensar las alianzas con las universidades que vayan entrando al territorio a partir de protocolos de investigación que impidan el extractivismo en los territorios. El balance que hicimos de ese primer encuentro fue fantástico, fue muy bueno en cuanto a producción del debate intelectual.
En Temuco se hizo el segundo nütram y ahí llegaron cerca de 20 personas. Ese fue más monótono, con menos debate público y más enfocado a discusiones especializadas en las áreas de pertenencia de las investigadoras. Estos intereses pueden ser un síntoma de las expresiones del mapuche en las ciudades, las cuales están más vinculadas al mundo universitario y a las políticas públicas. También percibo que está siendo difícil reinstalar las agendas movilizadoras que impulsen mapuche, mujeres y pobladores. Ahora, no por eso uno va a bajar los brazos.
¿Han pensado en realizar algún otro conversatorio?
Sí. La idea es que se pueda ir avanzando hacia un proceso de diseño de investigación más colectivo, pero ahora ya más centrado en la epistemología, la madre de todo proceso de investigación. Buenas preguntas refrescan los marcos teóricos y determinan una buena investigación. Existe un tipo de investigación envasada que está tergiversando la realidad mapuche, con refritos de otros territorios indígenas, y claro, en la academia se lee muy bien, pero se desdibuja la realidad sociohistórica.
¿Va quedando una evidencia o un trabajo que en el territorio no se reconoce como tal?
Desde el punto epistemológico efectivamente va quedando una verdad académica que para poder refutar se necesitan más estudios. Surge la necesidad de esclarecer.
¿Qué es lo que va quedando como verdad en los territorios?
La negación de los conocimientos y prácticas mapuche, vale decir, esto es problema de orden epistemológico. Hay dos ejemplos concretos para la zona williche: el indigenismo en la academia y el multiculturalismo neoliberal en la normativa del MINSAL. El primero se relaciona con las implicancias del trabajo del antropólogo Rolf Foerster de la Universidad de Chile, quien falleció recientemente. Durante los años 80 estuvo en terreno en San Juan de la Costa, cuyo resultado fue la publicación del libro “Introducción a la religiosidad mapuche”. Después de esto, se comenzó a reiterar el concepto de “religiosidad mapuche williche”, la cual fue una bola de nieve que fue creciendo y se fue replicando tanto en estudios académicos como en la voz de los dirigentes. Sin embargo, desde el punto de vista de la epistemología mapuche el concepto no es aplicable a esta realidad.
Las raíces indigenistas en el continente se inician durante los años 40 con influencia en las universidades y en la jurisprudencia sobre pueblos indígenas. Para el caso mapuche se concibe una cultura estática, que deja ausente las causas y efectos provocados por la reproducción del capitalismo y colonialismo en la transformación de la sociedad mapuche. Eso sí, debemos aclarar que la agenda de derechos ha sido menos invasiva que la de la universidad.
El segundo ejemplo se relaciona con mi experiencia como relatora en capacitación de salud intercultural. Estas actividades están dirigidas a médicos en Etapa de Destinación y Formación (EDF) que están asentados en la Región de Los Lagos. La SEREMI de la Región encarga esta capacitación con el propósito de fortalecer la complementariedad entre el sistema médico occidental y el sistema médico mapuche. Esta actividad es realizada por dos expertos: un Machi e una historiadora del territorio. Así, el año pasado propuse un módulo titulado: las determinantes sociales de la salud en el Pueblo Mapuche Williche.
Al comienzo de esta actividad hay un protocolo encabezado por las jefaturas quienes son los encargados de introducir los propósitos de la capacitación. Recuerdo que en esa instancia un médico dice: “Disculpen la pregunta que voy a hacer, pero hay algo que a mí me intriga, porque realmente no lo puedo comprender”. Y siguió: “Estoy en un servicio en donde se está articulando el proceso de salud intercultural, pero a mí me entregan un formulario para distinguir entre una persona mapuche y no mapuche”. Enseguida interpela: “¿Por qué el mapuche sí puede acceder a la salud intercultural y el no mapuche, no?”. Comentó su experiencia: “Cuando yo he llenado el formulario, me ha pasado, que yo creo que la persona que viene entrando es mapuche, pero a partir de las preguntas que le hago, el resultado termina diciendo que no es mapuche”. Con esto vamos comprendiendo que el ser mapuche se define en un checklist.
El médico presentó un cuadro que desnuda la normativa. Finalizó su intervención haciéndose un cuestionamiento que nos debe interpelar sobre cómo estamos transmitiendo la configuración de los procesos sociohistóricos: “Veo a una persona que entra a la consulta y puedo creer que es mapuche, pero como también hay procesos de discriminación tan fuerte, no puedo preguntar ¿usted mapuche?”. El médico finalmente se allanaba a completar el formulario y al terminar se estaba realizando el checklist: Mapuche, No Mapuche. Esos son los problemas concretos de la teoría y praxis colonial sin territorio.
Creemos que las investigaciones territoriales deben resaltar estas voces que muestran lo que somos para que la política pública se asiente en el territorio. Si la élite quiere homogeneizarnos, no lo hagamos nosotros mismos, nosotros no somos la élite.
En la realización del Nütram en Temuco se compartió la importancia de rescatar y valorar otras formas de conocimiento y no sólo la visión de la academia occidental. ¿Qué nuevas modalidades de construcción de saberes se pueden elaborar con el Pueblo Mapuche para esta descolonización del conocimiento?
Las metodologías mapuche enuncian la complementariedad y dualidad propia de la estructura social y política. Cualquiera sea la investigación “debiese” incorporar estos enfoques. Ahondemos en un caso. Toda investigación tiene que comenzar con un nütram en el que participen: el equipo de investigación, la gente del territorio y otros agentes funcionales al territorio para realizar un diagnóstico sobre la problemática existente y sus proyecciones, y por sobre todo, sincerar la presencia de la ciencia en el territorio, para lo cual es importante preguntar ¿qué y cómo se contribuye a resolver los problemas? Podría ser un modo de intencionar el desarrollo de conocimientos bioculturales que vayan conquistando espacios al interior de las instituciones coloniales encargadas del conocimiento. Y por cierto, que se hagan teoría y praxis en el territorio donde nació la discusión.
¿Es co-construir la formulación de las problemáticas con las personas? ¿Y no solamente que sea alguien externo —que no necesariamente está situado en el territorio— que diga: “quiero abordar este problema porque me parece que es relevante”, siendo que las comunidades pueden estar en otra sintonía?
Claro, tiene que ver con hacer que las personas se acerquen a la ciencia a partir de sus propias necesidades. Son las comunidades las que tienen que tener el poder de decisión .En algunas, a lo mejor, te van a pedir que abordes procesos de despojo de la tierra, el extractivismo del modelo primario, procesos de educación propia o procesos de revitalización de la salud intercultural. El abanico es muy amplio. Inclusive aquellos ejemplos que nombré pueden no ser tema y, aparezcan otros. Por eso, es importante que el punto de partida sea el nütram, como una de las metodologías mapuche.
“Además, el wuñozuam tiene similitudes con las concepciones de la historia que desarrollaron grandes historiadores como el español Josep Fontana y el estadounidense Charles Tilly. Ellos consideran que la utilidad de la historia está relacionada con el cambio social, si esta no fortalece los procesos de cambio, no tiene ningún sentido. Hay puntos de encuentro, con la salvedad que el desarrollo del wuñozuam viene de una sociedad milenaria.”.
También está el wuñozuam, que conocí a través del Apo ülmen, don Arturo Camiao, quien nos invita a reflexionar sobre nuestra realidad, identificando los problemas de origen para encontrar soluciones y así, enfrentar el futuro. Es un ejercicio de evaluación del conocimiento actual, mirar el pasado y trascender al futuro con un conocimiento nuevo. Me hizo mucho sentido esta forma de ver la historia. Además, el wuñozuam tiene similitudes con las concepciones de la historia que desarrollaron grandes historiadores como el español Josep Fontana y el estadounidense Charles Tilly. Ellos consideran que la utilidad de la historia está relacionada con el cambio social, si esta no fortalece los procesos de cambio, no tiene ningún sentido. Hay puntos de encuentro, con la salvedad que el desarrollo del wuñozuam viene de una sociedad milenaria.
Existe una crítica desde las comunidades indígenas expresada en un concepto que se denomina “extractivismo académico”, en el cual se observa una escasa devolución a las comunidades respecto de las investigaciones académicas realizadas y una extracción de información sin una vinculación con los intereses y problemáticas de las comunidades. ¿Cómo se pueden mejorar las acciones y las prácticas académicas para el respeto de los derechos de las comunidades?
Se habla del extractivismo académico expresado como una mala práctica conductual que no recibe sanciones. Primero, se transgreden las autorías mapuche, se llevan un testimonio y lo publican en clave de informante. Segundo, se impone la jerarquización epistemológica; el académico/a deja sin voz a la persona, y como tal, la reduce a los propósitos de la ciencia occidental. Y tercero, los académicos se llevan el conocimiento de las comunidades sin mediar ningún tipo de retribución y/o devolución de resultados. A pesar de que el extractivismo académico es grave, porque es un robo, todavía no hay una medida sancionatoria al interior de las comunidades universitarias.
Hace falta que las comunidades restituyan el valor del conocimiento. Aún existe una desvalorización por lo propio. Eso tiene que ver con procesos de racismo interno, que conlleva a minimizar y excluir al sujeto mapuche de las formas de producir el conocimiento, y por consiguiente, a legitimar el sistema colonial reflejado en las universidades. No quería pasar por alto esto.
Retomando la pregunta, se pueden mejorar reconociendo la investidura de quienes sostienen el conocimiento mapuche en los territorios, ellos son los kimche, las autoridades tradicionales y quienes desarrollan los oficios tradicionales. Hagamos el ejemplo de homologar roles; un machi es un médico, un kimche es un académico y así podríamos seguir. Estamos al mismo nivel, pero existe esa desvalorización que se relaciona con el racismo interno.
Otra práctica sería comenzar a devolver objetos y/o información recabada en los territorios. Por ejemplo, si se presenta un mapa, ahora que está en boga la cartografía participativa, que lo vayan a dejar al territorio. Ese recurso puede servir a esa comunidad en su proceso de restitución del conocimiento. También, podría ser que las escuelas de arqueología devuelvan los metawe al territorio donde fue sacado. El metawe cobra valor en su lugar, no en las galerías universitarias, es bien chocante esa práctica y ocurre en pleno siglo XXI.
El tema de fondo es el marco relacional entre universidad y comunidades mapuche. No basta con hacer políticas de inclusión.
Cómo citar en formato APA:
Carillanca, C. (2024). Más que una pérdida, el despojo significa una instancia para reivindicar y recuperar / Entrevistada por Jocelyn Patterson Leal. Comunidad y Repositorio Abierto de Mujeres Mapuche, CoRAMM. https://coramm.org/s/coramm/page/entrevista-carolina-carillanca