Panguipulli, Región de los Ríos REENCONTRÁNDOSE CON EL WIZUN (ALFARERÍA MAPUCHE) EN PUCURA
El proyecto “Revitalizando el wizun en la Comunidad Indígena Pablo Marifilo” estuvo a cargo de Yimara Rayen Praihuan ceramista Mapuche y Juan Holguín Gallego, escultor colombiano. Ambos son cofundadores del Taller y Galería de Arte Rag Mapu que funciona desde 2016 de manera itinerante en distintos territorios,actualmente establecidos en Pucura, actual comuna de Panguipulli. Para ellos, este proyecto es el segundo que hacen a nivel comunitario mapuche en este Territorio. De estas experiencias los ha marcado mucho los buenos resultados alcanzados “nos apasiona este tema. Nos encanta ver la sorpresa y ver cómo la gente pueda tener de nuevo sus cántaros para los usos que necesite y ver también otras posibilidades expresivas con este material”. Para desarrollar estas actividades se contó con el financiamiento que otorga el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio a través del Fondart Regional, línea Cultura de Pueblos Originarios convocatoria 2021.
Filomena Huilipan Epuñanco fue una de las cerca de 20 asistentes que tuvo este taller de revitalización del oficio de wizun (alfarería mapuche) que se desarrolló en el verano en el territorio de Pucura, un lugar situado en la precordillera de la actual comuna de Panguipulli en la ladera sur este, del hoy conocido Volcán Villarrica.
Filomena pertenece a ese Lof ancestral y para ella fue una grata experiencia porque se desarrolló donde ella misma vive, las y los asistentes eran todos de los alrededores. Junto con lo anterior valora la relevancia de los trabajos desarrollados, pues son pieza vital para la vida en ceremonias mapunche “ahora que tenemos nuestras cosas para ir nguillatun, nuestros propios productos, nos vamos a sentir orgullosos de nosotros mismos, al tomar muday en los vasos y metawe que hicimos. Va a ser distinto ver las mesas con los metawe” planteó Filomena. “Uno sabe que necesita estas cosas para algo importante” comentó luego de ver los resultados luego del primer proceso de quema de vasijas en el mes de enero.
Virgina Huilipan, de la Comunidad Mapuche Emilio Epuñanco también cerró contenta esa primera experiencia de revitalización del trabajo de alfarería mapuche. “Hice unos malwe (vasitos) y una jarrita. Los malwe los voy a usar para tomar muday. Hice un mate para tomar maté. La jarrita para servir el muday e hice una fuentecita para el pebre. Hice de uso diario de la casa y de uso espacial para llevarlo a la ceremonia mapuche que hacemos nosotros”.
Lo del pasado quiere volver
“Yo creo que la mayoría de las personas están contentas acá haciendo este trabajo porque es algo que nuestros antepasados lo usaban” plantea por su parte María Marifilo. Para mi la greda es algo bonito, es algo especial. Yo ya tengo mis añitos y no pensé nunca estar haciendo cosas así, porque la greda casi yo no la conocía, para mí es algo nuevo”.
Filomena Huilipan Epuñanco por su parte, plantea también los hallazgos de retomar un oficio que se estaba perdiendo “De niña chica jugaba con barro, pero nunca había hecho esto. Uno lo ve por la tele, escucha la historia de los viejos, pero nunca lo había hecho”.
Virginia Huilipan por su parte, también era su primer acercamiento concreto al trabajo de las manos con la greda “primera vez que estaba metida en todo esto. Me puse a trabajar, a hacer lo que pude. El metawe no me salió, pero yo creo que con un poquito más de empeño sale”. En este proceso de las sesiones volvieron también los recuerdos de los valores y las prácticas transmitidas por las mujeres mayores de su familia. Entre sesión y sesión salió la conversación entre la papay Virginia y su madre la cual le comentó que hasta su bisabuela o quizás una generación anterior sí se había trabajado con alfarería en la familia. “Mi mamá dijo que su abuela hacía, pero ella nunca lo hizo. Hacía una fogata, que le enseñó como cocerlo y todo”.
Virginia Huilipan recoge una enseñanza que su abuela le transmitió y que lo llevó a la práctica en estos primeros trabajos de retomar el trabajo de la alfarería mapunche. “Ella dice que hagan las cosas lo más bonita que puedan y de a poco se aprende más. De primeras se pega la embarra, pero después resulta lo que quiere por eso siempre hay que hacerlo con entusiasmo. Si no tiene ganas mejor no estar”.
La papay Huilipan, por su parte, también ve la relevancia de estos quehaceres para la re composición de la vida mapunche. En ese sentido valoró la presencia e interés de personas jóvenes. Ella hace la semejanza entre el debilitamiento del mapunzungun en ciertas generaciones anteriores, así como de algunas habilidades como el trabajo de alfarería. “Se nos olvidó el mapunzungun porque nos lo prohibieron, pero las conversaciones las sabemos todas, muchas conversaciones antiguas. Hay mucha gente que necesita y quiere eso. Hay mucha gente joven que si le gusta esto. Sería bonito para los jóvenes que se retome esto. Al aprender todas estas actividades va a ir cambiando la cosa”
Para la Papay María Marifilo, recuperar estos trabajos no es algo individual y qué mejor que desarrollarlo en la intimidad del Lof. Por ello uno de los aspectos que destacó de estos talleres fue “trabajar en grupo donde la mayoría son gente de acá o familia”.
La rueda sigue girando
Nohemy Huilipan Caniuyan es del Lof Pucura, pero desde hace más de 1 año vive en Traitraiko en la Comunidad de Juan Caripan. Si bien su fuerte es el trabajo con hierbas medicinales para los preparados de cosmética natural que desarrolla y es muy amante del trabajo en la huerta, se interesó por el taller de alfarería mapunche cuando su suegra le contó y desde ahí se abrió un camino para ella como persona. “En esta primera instancia no salieron como yo quería. Hice un metawe grande y se me partió, no me resultó. Pero las piezas más pequeñas sí” rememora Nohemy. La explicación que ella le da no tiene sólo que ver con que está aprendiendo la técnica, sino que la materialidad del Rag (greda) atrapa las emociones y estados de ánimo de la persona que lo está amasando. “Es importante estar tranquila para hacer estos trabajos. “Cuando estuve tranquila logré hacer una pieza intacta, sin ninguna fisura. Si estoy con nervios o con pensamientos como que mi huerta está con pastos o la pega atrasada, las piezas se fracturan”.
En el marco de este proceso algo interno se fue despertando y dos veces soñó con consejos de personas mayores para retomar este hacer. “El primer día que yo estuve, esa noche tuve un sueño. Y yo hice un cántaro en mi sueño, pero lo hice con piedra laja. Después de la 4° o 5° sesión volví a soñar. Un viejito antiguo me decía cómo tenía que moldearlo y cómo tenía que hacer las figuras”.
Antiguas/nuevas prácticas
Yimara Praihuan, ceramista mapuche y una de los facilitadores de este proceso formativo coincide que pese a que varios era su primer experiencia con este trabajos todos fluyeron muy rápidamente “la mayoría de la gente ya tenía en sus mentes y en sus corazones lo que quería trabajar, así que fue bastante sencillo acompañar ese proceso. No hubo que estar viendo imágenes ni copiando una forma específica”.
La facilitadora comenta que en este territorio no se hacía una actividad de esta temática hace muchos años. Las personas mayores que asistieron – que tenían cerca de los 70 años- no habían revitalizado este conocimiento, solamente tenían vestigios de sus familiares, de sus antepasados. “Hubo un corte en el tiempo hasta este momento que estamos retomándolo”.
En los talleres se trabajó con las herramientas más esenciales tales como: el modelado manual, la técnica de piulo. Se utilizaron herramientas rústicas y naturales como palos de colihue que se lijaron en las mismas clases, así como se utilizaron piedras de río para el alisado.
La universidad y otros espacios institucionales de educación entregan en este conocimiento artístico tanto técnicas originarias como técnicas contemporáneas. En este sentido, a Yimara y Juan, los talleristas, para la ejecución de esta iniciativa surgieron varios desafíos que requirieron de sus habilidades de adaptación y reflexión interna para visualizar cómo se venía hablando desde la academia de la alfarería tradicional y la forma que la academia nombra la alfarería mapuche. Se incorporaron de este modo adecuaciones tanto en el lenguaje como en las herramientas a utilizar.
Descolonización comunitaria en el hacer y el decir
En el plano de las brechas en los lenguajes, hubo que hacer una adaptación desde la forma en que la academia nombra y entrelazarla con una manera mapuche a la usanza de este territorio en específico. De este modo se hizo un ejercicio colectivo de actualización y validación de nuevos códigos. Así, se desarrolló un paso hacia la descolonización de los conocimientos, pues la arqueología ha presentado la historia de la alfarería mapuche ordenadas linealmente por períodos. Así, tanto los participantes como los educadores fueron aprendiendo cómo hablar de estas temáticas desde un lenguaje más mapuche. “no dividiendo sino integrando la mirada que son nuestros antepasados quienes trabajaron en esas representaciones de vasijas de formas humanas, animales, vegetales”.
Así como en las personas, también en los hallazgos arqueológicos de alfarería se encuentran marcas que ha dejado la colonización en sus prácticas culturales, por ejemplo con algunas piezas que se han encontrado que tienen incrustados restos de vajilla esmaltada. Incluso desde la llegada de los españoles, el pueblo mapuche ha adquirido ciertas herramientas y habilidades del mundo occidental o de otras tierras que ha adaptado a sus necesidades, incorporando algunas prácticas a su diario vivir, como el consumo de la hierba mate, costumbre traída desde Puelmapu hace ya un buen tiempo atrás. Las quemas tradicionales mapuche son un pozo pequeño directo en la tierra, pero en este proceso de aprendizaje se trabajó en horno de barro y también en un horno de gas. Con este proyecto se compró un horno de gas para uso comunitario que permitirá trabajar bajo techo en los meses lluviosos y, de ese modo, seguir creando piezas.
Primeros pasos para retomar un camino
Las clases se desarrollaron en varias sesiones en la sede de la Comunidad Mapuche Pablo Marifilo en las cercanías del lago Calafquen, desarrollando espacios de nutram (conversación) y modelado de las piezas en noviembre. El proceso de cocción de las piezas en el mes de diciembre se desarrolló en las instalaciones del Taller Rag mapu.
Al finalizar el taller los participantes se llevaron greda para sus casas para seguir modelando piezas. Todos quedaron muy entusiasmados con realizar nuevas jornadas de horneado comunitario impulsado de manera autogestionada. De hecho, en enero se efectuó un proceso de quema colectiva en ambos hornos. Se espera que la comunidad tenga una continuidad y poder proyectar en el tiempo este oficio del wizun en el territorio. Ya se re abrió el camino, con el paso del tiempo, se verán los frutos.