SOCIEDADES QUE REPRUEBAN LECCIONES DE HISTORIA.

Columna por Carolina Carillanca, Doctorante en Historia

La barbarie y el terrorismo se encarnan en el control de la imaginación de aquellos que quieren socavar a la machi Millaray Huichalaf. Una trama que nos revuelca en las tumbas de quinientos años de historia continental. Ante esto tenemos un deber, volver a recobrar la condición humana pasa por colocarnos en el lado correcto de la historia.

Lo que está pasando es un retroceso para la sociedad chilena colonial y la sociedad mapuche colonizada. Sin duda, es un retroceso en los valores humanistas, la interculturalidad, el indigenismo porque se está colocando en entredicho la condición humana. Hago referencia a corrientes filosóficas y políticas que sostienen la necesidad de entrar en contacto de forma respuesta, aunque en desiguales condiciones, pero, a lo menos, levantaron la voz frente a las violencias coloniales. Así, como lo hizo el Fray Bartolomé de las Casas, en el debate de Juan Ginés de Sepúlveda (1550-1551), cuando defendió que los pueblos indígenas tenían alma y eran seres humanos. Imagínense, tantos siglos han pasado y no tenemos saldada nuestra larga noche de los quinientos años.

El tiempo no es lineal y siempre vendrá a enrostrarnos de qué estamos fabricados. El poder empresarial lo sabe, requiere de muy poco para colocarnos en veredas contrarias. Un par de titulares de prensa y comienza la operación social de la cacería.

En la colonia, fue el Tribunal de la Inquisición, o Santo Oficio, quien se encargó de extirpar las idolatrías paganas a través de las formas más cruentas que conoce la historia de la humanidad. Ahora no hay una institución de este tipo, lo que hay  son enclaves capitalistas que activan el miedo entre los pueblos, recurriendo al imaginario que les ha servido para dominarnos. En los tiempos cristianos fue la barbarie y en los tiempos del mercado es el terrorismo.

La narrativa contiene continuidades y elementos en los que debemos colocar atención. En la sociedad que habitamos el control lo ejercemos las personas y somos nosotros mismos los encargados de señalizar a quienes están fuera de la norma, como lo expusiera Michael Foucault, en su célebre libro Los Anormales, de 1975. Así, la barbarie responde al campo de la experiencia  y el terrorismo al horizonte de la expectativa. De modo que instalan un “status quo” de incertidumbre, que busca movilizar emociones capaces de provocar conmoción social. Esto lo están intencionado medios de comunicación como La Tercera, Chilevisión, Radio Biobío, por nombrar los más importantes. Entendamos que el reportaje es el vehículo de trasmisión del mensaje no el fin. Si conviviéramos en una sociedad que aprueba sus lecciones de historia esto no sería tema. Ni siquiera valdría la pena refutar los estereotipos.

Lo que importa es reconocer en qué tiempos estamos. En la obra Capitalismo Caníbal de Nancy Fraser (2023), nos habla de un orden social que articula distintas formas de opresión y exacción de riqueza. Habla de crisis políticas que provocan el surgimiento del militarismo y hombres fuertes. Así como, el lugar del racismo estructural en la invisibilización social del saqueo, degradación ambiental que produce la apropiación capitalista de la naturaleza. Nos llega muy de cerca esta descripción. La sociedad chilena en el contexto mundial se trastoca a una velocidad impensada. Hace no más de 5 años creíamos tener un consenso: “Chile comenzaba a despinochetizarse”. Y veamos dónde estamos ahora. El 2019, durante la revuelta resonaba con fuerza la solidaridad en torno a las causas medioambientales, hoy son un fenómeno tapado bajo la alfombra del living de la casa.

En este continente las mujeres indígenas somos presa fácil del racismo, del capitalismo y el patriarcado. A nosotras nos culpan de homicidas (machi en Wallmapu), a nosotras nos persigue el sicariato empresarial (como lo hicieron con Macarena Valdés), a nosotras nos captura el ejército y el patrón del latifundio para disciplinarnos. El cuerpo de la mujer mapuche está marcado por estas lecciones de horror. Y también, ese mismo cuerpo se levanta en la reconstrucción de tejidos familiares, sabiendo que la familia ocupa un lugar central en la relación Ñuke Mapu (naturaleza) y el Che (persona). En ninguna circunstancia, estoy insinuando que las mujeres somos más importantes, sólo estoy colocando un punto: somos presa fácil en esta cacería por nuestra historicidad.

Tanta indolencia sobre una mujer mapuche williche y su müchulla (familia) se inscribe en la larga historia colonial de nuestros pueblos. A lo menos, son 15 años de hostigamiento y persecución por defender el Kintuante, en la comuna de Río Bueno, región de Los Ríos. Su condición de machi sitúa este caso en la violencia estructural, no siendo el único. Durante este mismo año el machi Cristóbal Tremigual, de la comuna de San Juan de la Costa, región de Los Lagos, fue acusado de activar el supuesto terrorismo en el lado puelche, antiguo territorio mapuche (hoy administrado por el Estado argentino). Más atrás en el tiempo, a comienzos del siglo XX, según recuerdan las familias antiguas, la Misión de Quilacahuín persiguió tal como si fuera un Tribunal de la Inquisición a los machi del territorio.

En la actualidad, asistimos al tiempo de levantamiento de nuevos machi, han vuelto para ordenar el derecho mapuche, para poder entrar a esta conversación hay que tener una dirección. Ese kimun (conocimiento) lo tienen algunos dependiendo de la mapu (tierra). La Fütawillimapu, las grandes tierras del sur, del antiguo Butalmapu, hoy cuenta con machi que vienen a formar puentes de interacción con la espiritualidad: todos estamos aprendiendo.

 

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